Testimonio27 Feb 20245 minutos de lectura

«Me pregunté: ¿A qué colegio van los niños con síndrome de Down?»

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En DOWN ESPEÑA, apostamos rotundamente por la inclusión educativa de los niños y niñas con síndrome de Down, y creemos que una manera esencial de impulsarlo es compartiendo experiencias positivas de familias que llevan a sus hijos e hijas con síndrome de Down a colegios ordinarios. Hoy compartimos la de la familia de Lola, una niña de casi ocho años que disfruta y aprende en su colegio inclusivo Padre Manjón, gracias al compromiso de los docentes y al compañerismo de sus alumnos. Su madre, María García, quiere publicar su experiencia:

«Cuando mi amiga me envió la publicación de DOWN ESPAÑA que sugería la posibilidad de enviar un escrito relacionado con el tema “colegios inclusivos», vi la oportunidad de hablar del nuestro, el colegio Padre Manjón en Burgos, al que consideramos INCLUSIVO en mayúsculas.

Es curioso que cuando nació nuestra hija Lola, hace ya casi 8 años, una de las preguntas que se me vinieron a la cabeza fue ¿a qué colegio irán los niños con síndrome de Down?, lo que reflejaba probablemente la falta de inclusión y el desconocimiento general en el que nos habíamos movido durante los años de estudiante en nuestra EGB.

Antes de que Lola se matriculase en su colegio, lo hizo su hermano mayor y ya entonces, me di cuenta de que la preocupación por elegir un buen centro había desaparecido de nuestras vidas. El colegio aprovechaba cualquier ocasión para defender la inclusión y la diversidad, como las funciones de Navidad, presentadas por niños que comenzaban su discurso diciendo “el padre Manjón apuesta por la diversidad» . Y yo sonreía y estaba feliz por haber apostado por ese colegio.

Recuerdo con especial cariño nuestros primeros años en el centro. Nunca se olvidaban de las personas con un cromosoma extra a la hora de organizar eventos relacionados con lecturas o exposiciones en el colegio.

La asociación DOWN BURGOS realiza cada año una actividad con distintos colegios de la ciudad y ese año nos había tocado a nosotros. Casualidades del destino, unos minutos antes de la salida prevista del colegio comenzó a llover de forma intensa. Otros colegios anularon la visita. El Padre Manjón consiguió que un autobús pudiese trasladar a los alumnos a la cita. Una cita con la discapacidad a la que no estaban dispuestos a faltar.

Dos años después de conocer el colegio por su hermano mayor, entró Lola a recorrer el mundo de la escolarización. Sólo tenemos palabras de agradecimiento a todos los docentes que han pasado por su camino. Lola nos ha mostrado un cariño inmenso hacia todos, que con su paciencia y su excelente trabajo han ayudado (y continúan haciéndolo) a nuestra hija, generando inquietudes en ella y haciendo que acuda feliz a su clase, y que pregunte cada día si “mañana hay cole» porque quiere seguir disfrutando de todo lo que allí dentro se le ofrece con cariño, generosidad y respeto.

La asociación de Burgos ha elaborado un proyecto llamado “Patios inclusivos» y nuestro colegio va a colaborar con ellos mostrando un gran interés y espíritu de colaboración. Esperamos que sea un éxito y lleve a otros centros a participar en esta iniciativa.

Considero que un colegio también lo forman los alumnos y, por ello, no puedo dejar pasar la oportunidad de agradecer también a los compañeros de Lola la actitud que muestran con ella. Tuvimos miedo a la hora de elegir que nuestra hija permaneciese un año más en infantil y se separase de sus compañeros que avanzaban hacia primaria por si el cambio pudiese influir negativamente en ella. Nada más lejos de la realidad. Y en eso Lola también tiene parte de culpa. Es imposible no quererla allá donde va.

La inclusión continua en las actividades extraescolares organizadas por el AMPA del colegio, cuando los lunes y los miércoles llega una de las cosas que más le gustan a Lola de la semana: sus clases de Hip Hop. La timidez quizá sea responsable de no mostrar en clase todo lo que esos minutos le aportan, pero en casa así lo refleja repitiendo las coreografías e informándonos de las canciones que allí bailan cuando estas suenan en la radio del coche.

Hace ya algunos años, viví una situación idéntica a la reflejada por María Victoria Troncoso en su libro “Mi hija tiene síndrome de Down“, cuando mi hijo mayor me preguntó qué probabilidad teníamos de tener un niño con síndrome de Down y al decirle 1 entre 790 exclamó: “¡Qué suerte hemos tenido! Así lo creemos y esperamos que crezcan los colegios que se sientan afortunados por haber sido elegidos por familias con hijos con síndrome de Down.

No veo mejor forma de terminar que poniendo rostro a la otra gran protagonista de estas palabras: Lola».

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