Testimonio27 Feb 20244 minutos de lectura

¿Encajan las adaptaciones curriculares en una escuela inclusiva?

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Para DOWN ESPAÑA la respuesta a esta pregunta sin lugar a duda, es no. Si entramos en el mundo de las adaptaciones curriculares, todavía hay muchos profesionales que siguen pensando que el currículum ha de ser doble. Didácticamente hablando esto significa decidir a priori el ofrecer a determinados alumnos una educación que renuncia a unas altas expectativas de aprendizaje.

¿Creemos que las adaptaciones curriculares son la solución para que un alumno participe, promocione y tenga presencia en la dinámica del aula? Lejos de ser una solución, es una de las grandes barreras que impide que haya niños y niñas que aprendan en sus aulas. En el mismo momento en el que las adaptaciones curriculares sitúan al alumno en un determinado nivel curricular que no sea el de sus compañeros, estamos favoreciendo una situación de marginación y exclusión ya que el curriculum que debe trabajar el alumno no es el mismo que el de su grupo clase. La educación inclusiva necesita de un currículum que no produzca desigualdades ni que baje las expectativas, y por supuesto, requiere que los docentes tengan en cuenta a todo el alumnado, para no tener que hacer adaptaciones después. Se trata de pensar en todos y ofrecer a todo al alumnado un aprendizaje de calidad y equidad, y no tanto de cantidad.

Os dejamos la reflexión sobre las adaptaciones curriculares de Ignacio Calderón Almendros, profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España) e investigador de la diversidad y los procesos de exclusión e inclusión educativa, para contribuir a que la escuela sirva a todas las personas

Las adaptaciones curriculares (que son entendidas casi exclusivamente como significativas e individuales) son la herramienta de la que se ha servido el sistema escolar para continuar sin ser cuestionado. Sirven como colchón para evitar la transformación de la escuela, porque vuelve a culpabilizar al niño o a la niña de lo que le ocurre. Por eso, se hace un plan específico únicamente para ellos (como si la diversidad se pudiera entender en la dicotomía normal / anormal) que además es devaluado: los aprendizajes bajo adaptación curricular significativa se entienden menos valiosos que los del resto del alumnado.

Tanto es así que en la mayoría de los casos no permiten la titulación en la educación obligatoria. Esto es completamente injusto, pervierte las relaciones académicas y sociales, baja las expectativas, es ineficaz… y, además, lo hacemos con nocturnidad, porque a menudo omitimos que esta adaptación será un obstáculo para la titulación. Y lo hacemos así porque a los profesionales, en nuestro fuero interno, nos avergüenza esta parte de lo que hacemos.

Nuestra tarea es educar, no clasificar a la infancia. Lo uno es encomiable, lo otro deplorable. Todo niño y toda niña tiene que titular en la etapa obligatoria. Por tanto, tenemos que cuestionar y trascender las categorías escolares que nos impiden pensar que una niña o un niño (cualquiera) no tiene derecho a aprender con los demás y a ser reconocido como el resto.
Los impedimentos no están en sus cuerpos ni en sus historias personales, sino en lo que entendemos por discapacidad, la normalidad que estructura nuestra mente y prácticas, los tiempos y espacios escolares, la división del conocimiento en asignaturas, los niveles, las clases, etc.

Las escuelas que están rompiendo estas estructuras son esperanzadoras. Se trata de flexibilizar el sistema, y no de esconderse detrás de las ACIs.

Texto: Ignacio Calderón Almendros
Fuente: Entrevista a Nacho Calderón Almendros en INED21
Composición: Orientación Educativa Sistémica

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