Estimada Victoria:

El caso que nos presentas no me llama mucho la atención, visto desde la distancia, del espacio porque estoy en otro país y del tiempo, porque lo que aquí nos presentas es un resumen de lo ocurrido en los últimos años. Y digo que no me llama la atención, porque me parece que lo que le ocurre a tu hijo (que por cierto, no dices cómo se llama) es bastante razonable dadas de las circunstancias.

Veo que es el hijo pequeño de una familia con 3 hermanas mayores, en la que no me cuesta imaginar que durante muchos años ha sido el rey de la casa, objeto de atención y de cariño por parte de todo el mundo. Ahora se ha hecho mayor, tiene ya 20 años, y ha visto que todas sus hermanas se han ido fuera, que viven sus vidas y él, que se considera adulto, siente que no puede vivir esa independencia («¿por qué tienes que mandarme a mí?»). Por otro lado, es seguro que ha notado su ausencia, a medida que se han ido yendo de casa, sintiéndose de alguna manera «solo» en casa con vosotros, sus padres. No sé si, además, está notando la presencia de su nuevo sobrinito, el bebé, que también le resta atención e interés de la familia.

Dices que le enferma que le mandéis, que todo le parece mal, que no quiere nunca hacer un favor. Pero aquí se mezcla, por un lado, su adolescencia tardía, la rebeldía propia de la edad, con un sentimiento que a mí me parece lícito, de que ya es mayor, de que tiene derecho a tomar sus propias decisiones, de no querer que le manden ni le digan lo que tiene que hacer con su vida (como él dice: «es mi vida»).

Con ese panorama, es normal que se muestre rebelde, enfadado, disgustado. A él le gustaría que todo volviese a ser como antes, cuando las hermanas estaban en casa y él era el principal protagonista de la película de su vida. Por otro lado, muestra su propia personalidad, quiere ser independiente, quiere ser mayor, quiere que le dejen tomar sus propias decisiones.

Por eso, aunque sencillamente pides nuestra opinión, yo voy a atreverme a darte algún consejo. En primer lugar, creo que tenéis que hacer caso a sus expresiones, tenerle en cuenta, escuchar lo que quiere decir con su conducta, que es una forma de manifestar lo que está sintiendo. Por eso, debéis buscar momentos para estar con él, para preguntarle, dejándole que hable, que exprese sus sentimientos y permitirle que libere esas emociones que, seguro, le están afectando.

Por otro lado, pienso que tenéis que tratarle como a un adulto, que es lo que es. Permitirle que decida en todo lo relacionado con su propia vida, pero también en lo relacionado con los temas familiares. Dejarle que dé su punto de vista, preguntarle su opinión y tener en cuenta esa opinión a la hora de tomar decisiones, sobre todo en lo que se relaciona con él mismo. No verle como a un niño, porque si se le dice siempre lo que ha de hacer, se le manda, se le riñe, se le reta y se le castiga, es que no se le considera un adulto y eso él también lo percibe. No se le puede mandar un mensaje contradictorio, en el que se le dice lo que ha de hacer, como si fuera un niño, y al mismo tiempo se le exige que se comporte correctamente, como un adulto.

Si las hermanas son también contestadoras y expresivas, no se le puede pedir a él que sea dócil y amable. Tiene derecho también a manifestar lo que piensa, lo que siente y lo que desea.

Respecto a las crisis de pánico, entiendo que es algo esporádico, que se produce cada mucho tiempo. En ese aspecto, es conveniente que siga recibiendo el tratamiento psicológico que precisa.

En resumen, creo que escucharle para que manifieste lo que siente, dando cabida a sus emociones, y tratarle como a un adulto, confiando en él y permitiéndole que tome decisiones, son formas de ayudarle a atravesar esta etapa en la que ahora se encuentra.

Un cordial saludo

Emilio Ruiz
Fundación Síndrome de Down de Cantabria